viernes, 19 de julio de 2013

Retratos urbanos

No voy a detenerme para definir la norma y lo normal. Hay muchos autores que lo hacen, les puedo recomendar bibliografía y ya ustedes crean su propio criterio. Para mi contexto cultural, de pronto me encuentro con personas que me llaman la atención por salir de los estándares, ya sea por su aspecto o su conducta, y me encanta ver a este tipo de gente, y de ser posible, retratarla. Les comparto unos cuantos ejemplos, todos del pasado año de 2012.


La abuela Jetta. Me da gusto que siga saliendo a pasear los domigos.

¡TIEMBLA TIM GUNN! Ya hay un nuevo gurú de la moda.

Su confidente lo plantó y dormirse hizo.

Cuando sea homeless, iré a vivir a Santa Anna como este camarada. Siempre hay muchos en ese parque, así que supongo que está chido el lugar.

Yo sé que de pronto hay su heladez, pero ¿vestirse así para ir a mediodía al centro?

La infame huelepollos. Me pareció oportuno mostrar su retrato. Si nunca oíste de ella, tienes poco tiempo de conocerme.

La greñuda: todo un personaje. Deambula las 24 horas del día con su carriola y su larga cabellera en un perímetro que comprende desde la plaza grande hasta el monumento a la patria. DIARIO la veía cuando transitaba por ahí, aunque no siempre pude retratarla. Familiares y amigos se sumaron al divertido juego de spotearla.

Aquí un amable asistente le ayuda con el carro de sus niños.

La greñuda por aquí.

La greñuda por allá.

El viene viene del restaurant de doña Tila. Mundialmente famoso tras su colaboración en un video musical de Bombay Bicycle Club. No lo he visto en todo lo que va de este año.

Ya estás algo grandecita para andar tú sola amiga.

La tigresa del Oriente haciendo su súper. Casual.

Cuando sea viejito quiero ser como ellos.

Menos mal tapó su pumlón del sereno.

Mi pequeño pony.

He salido en ocasiones en las que no traigo mucha actitud de fiesta. Espero no verme como esta señora.

Nunca es tarde para aprender.






miércoles, 24 de abril de 2013

La cojta

Hola amiguitos, como sabrán en estos días hubo una reforma al artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, lo cual, según reporta “La Jornada” permitirá a extranjeros la compra de bienes inmuebles en las playas y litorales mexicanos siempre y cuando convengan ante la Secretaría de Relaciones Exteriores en considerarse como nacionales.

A diferencia de lo que anuncian los posts en Facebook, los legisladores NO vendieron los territorios fronterizos a sombríos poderes malignos de origen forastero, simplemente se limita a permitir que los extranjeros adquieran tierras en la zona restringida, esto es la franja de 100 kilómetros en la frontera y de 50 en playas, condicionando su adquisición a cuatro razones:

• Que el uso de las tierras sea destinado para vivienda única y exclusivamente.
• Que el uso de las tierras no tenga un uso comercial, industrial, agrícola o cualquier otro que implique explotación económica directa o indirecta que derive de un uso a la vivienda o casa habitación.
• El extranjero deberá convenir con la Secretaría de Relaciones Exteriores en los términos de la fracción I, del párrafo noveno, del artículo 27 constitucional.
• Y en caso de que las tierras sean destinadas a un uso distinto a la vivienda, la ley establecerá los procedimientos para que el extranjero pierda los bienes adquiridos en beneficio de la nación.

Me parece importante que como ciudadanos pongamos especial atención a los asuntos que nos afectan y seamos críticos con las decisiones de nuestros “representantes”. Sin embargo, es bastante desgastante la saturación de juicios miopes y radicales que se pronuncian en contra de resoluciones como esta con tan sólo una somera y parcial cantidad de información con respecto a la problemática. Para empezar, déjenme compartirles de manera breve el origen histórico de la disposición que prohibía a extranjeros hacerse de territorios en la franja de 100 kilómetros en la frontera y de 50 en playa.

Todo se remonta al siglo XIX cuando se le encargó a varias comisiones científicas definir las fronteras del naciente estado-nación mexicano. Dichos grupos de trabajo delimitaron los límites del territorio nacional, con ciertos objetivos como el de ayudar a los habitantes del mismo a identificarse con él. Ahora bien, no es un secreto que el período decimonónico se caracterizó por su gran inestabilidad política, y si a esto le sumamos las limitaciones tecnológicas y las inexistentes vías de comunicación, debemos comprender que esta empresa fue complicada y tardada. Inclusive, en el proceso se atravesaron hechos históricos como la invasión de colonos norteamericanos en el territorio de Texas, y la llegada de ingleses (con todo y esclavos africanos) a la zona que pasó de llamarse “sur de Yucatán” a Honduras británica, hoy Belice.

Es por ello que el gobierno mexicano, además de dejar muy en claro sus límites territoriales en tratados firmados con los vecinos durante el XIX, impuso candados para evitar el establecimiento de colonos extranjeros en las zonas fronterizas que perduraron hasta, bueno, principios de esta semana. Ahora que estos candados se han aflojado, no puedo ignorar el hecho de que el reclamo principal sea de índole nacionalista.

La identidad nacional se compone de elementos como la historia, geografía y ciertos arquetipos culturales que mantienen cohesionada a la población dentro del territorio del estado nación y lo legitiman como forma de gobierno, es decir, como la estructura de poder y monopolio de la violencia física legítima. En el caso mexicano además ha cumplido una función importantísima para homogenizar a un territorio tan extenso y diverso, tanto en ecosistemas, como en pueblos originarios y descendientes de grupos colonizadores (españoles, africanos, alemanes, libaneses, etc.). Para los ciudadanos mexicanos la identidad nacional empieza a forjarse desde la etapa de socialización primaria, y desde mi opinión, es dogmática, sagrada, e inamovible, como una religión, con todo y sus símbolos, profetas, significados y sobre todo un código de comportamiento. El que le va a Brazil en un partido de futbol entre México y el país sudamericano, es excomulgado de la sociedad. El que se asume como mixe o totonaco en lugar de cómo mexicano es un pobre diablo ignorante, atrasado y que se opone al progreso.

Es por ello que me tomo con MUCHÍSIMAS reservas cualquier actitud relacionada al nacionalismo. Y ver que la gente se molesta por la reciente reforma sólo con ese argumento se me hace vacío y ramplón. En especial cuando se trata de una medida para otorgar certeza jurídica a los extranjeros que de hecho YA están establecidos en ciertos territorios como las costas mexicanas. Pero eso sí, siempre con espíritu de solidaridad nacionalista, la gente exige un trato digno para los coterráneos oprimidos por gobiernos abusivos en países extranjeros. Pero a los foráneos en México, que los muerda un perro, esta es nuestra patria que los mártires y un ángel nos regalaron y que se larguen los gringos si no les gustan nuestras reglas.

Sobre todo me causa conflicto porque, ¿no se supone que todos odian al gobierno y a los diferentes órganos de administración pública? Entonces ¿por qué desacreditan a los extranjeros con argumentos que usa el estado nación que tanto odian para legitimarse y oprimirlos? De cualquier manera repudiar el ingreso de gente de origen foráneo no deja de ser una actitud sumamente xenofóbica. Les tengo una noticia: desde SIEMPRE los grupos humanos no han vivido confinados en pedazos de tierra por la eternidad, se mueven, crecen, interactúan e intercambian unos con otros, y hoy en día muchísimo más con los medios de transporte y de comunicación que aceleran estos procesos de intercambio cultural. Lo cual no es bueno ni malo, sólo es algo que pasa.

Y mientras que los reclamos a la reforma se limitan al repudio ciego a lo exógeno, otro punto que se me hace preocupante, es que no he visto que alguien se pronuncie a favor de las posibles implicaciones que esta reforma podría tener en los ecosistemas costeros, por demás amenazados, frágiles, erosionados, deteriorados y sobreexplotados, lo cual es responsabilidad directa tanto de instituciones de gobierno como por la sociedad civil. Si bien no considero que el establecimiento de extranjeros bajo el esquema que estipula esta reforma en las costas represente una amenaza seria para el equilibrio ecológico, sí me llama la atención que los quejumbrosos no hayan incluido la defensa del ambiente en su agenda de activismo de sofá.

En el caso muy particular de la costa yucateca, durante los últimos treinta años, tanto sociedad como gobierno nos hemos dedicado a depredar de una manera voraz los ecosistemas del litoral. La costa, en lugar de un espacio de conservación es un estacionamiento para las discotecas, el caño de las terminales portuarias, y el destino último de los deshechos de las bacanales vacacionales. De toda la gente que habita, lucra, subsiste o se recrea en la costa, sería interesante saber cuánta conoce un pequeño documento llamado POETCY (se los dejo de tarea), ya no digamos cuánta gente pone en práctica sus disposiciones.

En cuanto a los extranjeros establecidos en la franja costera yucateca, con la debida precaución de no generalizar (hay de todo en la viña del señor), me atrevo a citar ejemplos de acciones de los foráneos que han revitalizado estos espacios. En primer lugar, casi nunca construyen nuevos inmuebles, sino que han rehabilitado aquellos hogares vacacionales desechados por sus dueños originales, convirtiendo zonas fantasmas en colonias con vida. También conozco extranjeros que en estos espacios han implementado huertos caseros, talleres para los niños de las localidades cercanas, así como grupos de colaboración para el desarrollo de las comunidades costeras (sumidas en una delicada situación económica debido a la sobreexplotación de sus recursos).

Incluso si son unos amargados que odian a los nativos, representan una derrama económica importante para los locales. Además, la mayoría son personas de la tercera edad retiradas, difícilmente colonizarán procreando, y si lo hicieran ¿cuál es problema? Si alguien tiene la respuesta a esto, sería interesante un argumento libre de cualquier tinte xenofóbico.

A manera de conclusión, ¡qué bueno que seamos críticos con el gobierno! Pero qué flojera que nuestro “deber cívico” se limite a compartir imágenes sensacionalsitas en Facebook, en especial con poca información en el tema. Creo que es importante que todos estemos informados sobre los procesos coyunturales que nos afectan como ciudadanía, y es válida la diversidad de opiniones, en especial aquellas que están sustentadas. Esta es la mía, gracias por haberse tomado la molestia de revisarla y retroalimentarme.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Título orgánico

Hace algunos años a principios de los noventa hubo una reunión de altos ejecutivos en una sala de juntas en el piso veinte de un edificio con amplios ventanales, con café y galletitas que nadie tomaba por falso pudor. La meta era clara: necesitaban incrementar sus ventas. ¿Cómo? No estaban seguros, hasta ahora sólo habían identificado que la gente es muy insegura y llevaban años explotándolo, pero ¿cómo darle un nuevo giro? Uno de ellos sugirió aprovechar lo mucho que a la gente le acompleja la obesidad. Una idea se fue concatenando con la siguiente y concluyeron que necesitaban comercializar productos que ofrecieran quitarle lo marrano a los clientes. Los llamaron productos light.

Evidentemente el proyecto fue un éxito rotundo, pero con los años las gordas empezaron a descubrir que la coca light no anulaba los efectos engordativos de sus tortas de cochinita y que los yogurts light no las hacían caber en sus vestidos de graduación. Así que ante esta gradual desconfianza de los consumidores, los ejecutivos se vieron en la necesidad de implementar una nueva estrategia.

Analizaron minuciosamente qué estaba de moda y no tardaron en concluir que la tendencia del momento es eso de la onda hipster. Y ese fue el nacimiento de los productos orgánicos: productos “no comerciales”, “underground” y compatibles con las ideas izquierdosas y con ser gay. Ahora bien, hay gente muy mongola que nada más no termina de entender la diferencia entre lo light y lo orgánico, piensan que lo light cambió de nombre a orgánico en esta década. Pero para conocer más sobre los tipos de compradores orgánicos, siga, oh amable lector, con la lectura de este texto.

Los faroles: no tienen mucha idea de cómo funciona lo orgánico, y tampoco es que les interese mucho. Consumen los productos para ser aceptados socialmente. Con medio aprenderse los nombres de los productos ya se dan por bien servidos. Buscan lo más sofisticado, raro y caro por el indudable símbolo de status que esto conlleva. Suelen llegar a comprar en Hummers, Lincolns y similares, muy en congruencia con los productos que cuidan el planeta que consumen. No es raro oír que le pongan el apellido de “ORGÁNICO” a absolutamente todo.



Forevers: están metidos en ondas budistas, New age, homeopáticas, yoga, sayayín, etc. Son chidos, transmiten paz y buena vibra con todo el mundo. Suelen estar perfectamente conscientes de todos y cada uno de los beneficios y propiedades que cada producto aportará a su organismo. Sospecho que eso los hace un poco como placebos, pero en fin. En muchas ocasiones son italianos, canadienses, argentinos y ese tipo de extranjeros que uno se toparía como parte del escenario en Holbox o Tulum.

Los obligados: muchos productos orgánicos utilizan entre sus ingredientes sustitutos de sustancias que llevan los productos convencionales y que causan reacciones alérgicas en varios consumidores. Por ello a esta gente no le queda de otra más que acercarse al raro, oscuro y moralmente dudoso mundo de lo orgánico. Es cotidiano que se acerquen a comprar con cierto temor en el rostro y/o con cara de FO, no vaya a ser que alguien los vea comprando.

Heavys: ni se te ocurra ofrecerles algo que haya tenido sombra porque se podrían dar ofendida de la vida. Su campo alimenticio se limita a semillas y granos. Quién sabe cómo pero de ahí sacan bebidas, plastas parecidas a la carne, bueno, hasta postres. Hay quienes ni si quiera ponen su comida en contacto con el fuego o el calor.

Epílogo

Obviamente hay muchos grados cromáticos entre las caricaturizaciones que acabo de retratar. Pero lo triste es la gente que no entiende de fondo la esencia de lo orgánico y piensa que es un apellido nada más para los productos y bueno, se encabronan si no está disponible lo que quieren… HOLA, es orgánico, cuesta un puto trabajo conseguirlo porque se tienen veinte mil cuidados para cuidar el planeta que tú chingas cada vez que arrancas tu camionetota para venir a comprar. Como comprador de productos orgánicos es indispensable tener eso en cuenta. También hay gente que piensa que lo orgánico son productos milagro para que se les quite lo feo, lo pendejo, lo machocaón, lo gordo, etc. ERROR: Son productos que no contaminan el ambiente en su etapa de producción, y que al no contener sustancias tóxicas, no dañan tanto al organismo. Eso es todo, supérenlo.

sábado, 26 de mayo de 2012

La comida deprimente

Oh la comida, todo un tema de debate y análisis. Por suerte ese no es el objetivo de este blog. Más bien les hablaré de la comida deprimente. Probablemente sepan que la comida tiene una carga evocativa muy grande, con la cual nos recuerda a la infancia, al rancho de la abuelita, a las fiestas, etc. Así pues hay ciertos platillos que yo asocio con cosas tristes y no me gusta comerlos, independientemente de su sabor.

El arroz con leche: El arroz no es precisamente mi comida favorita. Solo son un montón de granos que saben, cuando mucho, a vapor. Ya sazonado cambia la cosa, naturalmente. Pero por ejemplo, el arroz aplanado con rodillo que dan en las cocinas económicas, ¿a poco no da ganas de llorar? Y bueno, ahora que tu postre sea arroz es tristísimo. Es como “oh rayos, no hay postre… ya sé le pondré leche al arroz y listo!”. Es como que te den de postre frijoles con miel o nopales con cajeta.

Las galletas Marías: Ay Dios, son nefastas. Son secas, insípidas y monótonas. Claro que se componen acompañándolas con jaleas, cremas y demás, pero típico que mi mamá compra galletas Marías y no hay nada para embarrarles. Y entonces llega la hora del postre y “hay galletas Marías”. De eso a nada, prefiero lo segundo. Sé que las galletas de animalitos son las que generalmente son identificadas como las galletas más deprimentes, pero con ellas al menos se puede uno entretener buscándole forma a sus grumos amorfos. En cambio las galletas Marías no, sólo son un círculo que da mucha sed.

Huevo: El huevo me gusta preparado de muchas formas, pero hay otras en las que no lo soporto. Cuando lo preparan revuelto con salchichas o jamón lloro. Lo peor es que cuando bajo a prepararme mi desayuno y antes alguien preparó los referidos platillos, el sartén se queda sucio y ya no me puedo cocinar nada en mi limitado tiempo que tengo antes de salir corriendo a la calle. Mientras que con el huevo estrellado me pasa algo curioso: si mi mamá llega y te ofrece uno a una hora que no es el desayuno, significa que no hay absolutamente nada que cocinar y te chingaste. Eso es muy triste.

Hot cakes: Es muy similar al caso de las galletas Marías, es decir que nunca hay nada en mi casa rico para aderezarlos. Pero independientemente de eso no me hace muy feliz saber que estoy tragando pura masa así sin más. Siempre que los como siento perfectamente como mi hambre no se sacia, sino que la masa hace un tapón que llena el estómago, y cuando se disuelve regresa el hambre reloaded.

Y bueno, para finalizar esta entrega les platicaré de la comida más deprimente que he comido en mi vida. Todo comenzó una fría tarde de noviembre que me tuve que quedar en la escuela hasta por ahí de las cinco. Tenía tanta hambre que estuve a punto de comerme parte del acervo bibliotecario. Al salir, fue claro que mi hambre no me permitiría llegar hasta mi casa, por lo que decidí comer en las inmediaciones de mi centro de estudios. Fui a una casa de esas en las que sirven comida que no llegan ni a cocina económica.

Ya era tarde así que sólo me ofrecieron albóndigas. -¿Albóndigas?- pensé -¿qué puede salir mal?- Ay, era tan joven y tan ingenuo. No contaba con la sorpresa que me esperaba cuando me sirvieron el plato. Era un bowl lleno de caldo (supongo que de pollo) en el que flotaban de manera errática pedazos de pasta (no de fideos de sopa, de pasta) todos enchumbados del caldo, y por ahí dos albondiguchas. Me dieron como tres tortillas tiesas y rancias con las que me comí las dos rebanadas de jitomate que recibí, aderezándolas con un poco de sal mientras que gemía y jadeaba de tristeza. Asimismo me comí las albóndigas y juré que jamás en la vida regresaría a ese lugar del mal.

miércoles, 4 de abril de 2012

Miedos absurdos

Hola seres humanos, espero que les vaya muy bien, digo, después de todo Peña Nieto no es el presidente aún. Bueno les regalo un pequeño texto para revivir este blog en franco abandono y decadencia. El tema de esta ocasión son los miedos absurdos. No lo miedos irracionales, sino aquellos que tienen un fundamento perfectamente coherente, pero son bastante estúpidos. Por el momento sólo pude pensar en cuatro y son los siguientes:

Las puertas de las combies: quienes estén familiarizados con este tipo de transporte público no necesita mayor explicación. Siempre que camino por donde sé que es paradero de combies me pego lo más que puedo a la pared para mantenerme fuera del rango de ataque de las feroces embestidas metálicas. No sé si existan casos documentados de personas que hayan quedado parapléjicas o incluso muertas al ser impactados por las citadas amenazas metálicas, pero no me extrañaría. Lo peor es cuando te agarran de sorpresa en una zona donde normalmente no paran las o llegan sin que te des cuenta.

Gente con la misma ropa que uno: creo que para los estándares del capitalismo post guerra fría en el que vivimos, una de las señales más claras de tu fracaso como individuo económicamente activo es usar la misma ropa que los demás. Peor aún si coincides en el mismo lugar con esa persona. Peor aún si fue de la barata. Peor aún si al otro y otra se le ve mejor que a ti. Peor aún si ese día toman fotos. Peor aún si eres tan superficial como para darle importancia jajajajaja

Gente elegante: si bien es delicioso disfrutar la fondonguez en casa, todos agradecemos que cuando la gente anda en la calle, esté vestida con un grado mínimo de decoro. Pero hay quien se viste MUY elegante. Si son personas que trabajan en algún banco, Liverpool, telcel o por el estilo, pues bueno, se entiende. Pero las personas que van por la vida overdessed siempre me hacen sospechar. Sobre todo tomando en cuenta las condiciones climáticas de nuestro amado terruño. No pudieron simplemente haber decidido vestirse así para salir a la calle, algo deben de estar tramando.

Camiones de carga:
a) camiones de material de construcción: ya sea que transporten vigas, costales de cal, o tabiques, siempre que los veo me wixo de miedo, particularmente por el hecho de que generalmente estos materiales no se sostienen con otra cosa más que con la inercia de estar todos achocados. Me da terror que me caiga un block en el parabrisas. Los costales de cal sí he visto que se caigan, explotan, y durante unos breves instantes todos se vuelve una tormenta de polvo, confusión y zozobra en la carretera.

b) camiones con animales: dejando del lado el hecho de las condiciones infrahumanas en las que son transportados los pobre animales cuando van al matadero, me da mucho miedo chocar contra uno de esos camiones, ya sea el de los pollos o el de los marranos. Imaginen qué horror!!! Apachurras a los animales, tu coche queda todo lleno de caca y de animal embarrado y encima te los cobran!!! No está padre.

Bueno, eso es todo. Bye, besistos, valen mil, se cuidan.

jueves, 25 de agosto de 2011

X'cosas


¿Han notado que vivimos en una suerte de collage cultural? Toda nuestra vida somos bombardeados por imágenes, objetos y sensaciones que en determinado momento se originaron en un punto específico de la historia de alguna sociedad. Cada elemento de la vida cotidiana ha experimentado un proceso de apropiación que le ha dotado de la significación que cada sociedad le concede. En palabras más sencillas ¿tienen idea de cuál es el origen de sus cosas?

Hoy prácticamente todo lo que tenemos fue llevado a través de procesos de extracción de materia prima y manufactura que involucraron muchas regiones del mundo, sólo para complacer nuestros placeres hedonistas de tener. Pero más allá de eso, ¿no les da curiosidad saber cómo se originaron las cosas que consumimos día a día?

Por ejemplo la cátsup. ¿De dónde viene? De Walmart, okay ahí la venden, pero su origen es un tanto simpático. Se deriva del ketsiap, una salsa china que acompañaba el pescado y la carne y que fue importada por los ingleses en el siglo XVIII. Posteriormente el estadounidense Henry J. Heinz en 1876 añadió el tomate en dicha salsa. En pocas palabras, un gringo le agregó un producto mexicano (tomate) a una salsa China que importaron los ingleses.


Otra de los gringos con productos de nuestro país es la salsa Tabasco. Fue inventada en 1868 por Edmund McIlhenny, en Luisiana y consta de vinagre, agua, sal y chile tabasco, el cual se da en un pequeño arbusto originario del estado mexicano hogar de los pejelagartos. Así es, a veces las cosas no proceden de donde solemos intuir, como sucede con las hamacas, las cuales no son originarias de la península yucateca, llegaron provenientes de las Antillas y fueron adoptadas gustosamente por los locales que durante siglos habían dormido en petates.



¿A alguien se le ocurre otro ejemplo?