No recuerdo el año exacto, pero indudablemente eran los noventa. En la oficina habÃa una novedosa IBM con Windows 93, y ahà fue donde me conecté a Internet por primera vez. Recuerdo algunas páginas como la del Diario de Yucatán, Discovery Kids, Disney, etc. Creo que más o menos a partir del 98 fue cuando ya llegó el Internet a la casa, en computadoras más similares a las actuales.
Los siguientes años la experiencia en lÃnea no varió mucho. Durante toda la secundaria conectarse a Internet era un asunto serio. TenÃa que existir un consenso, pues la lÃnea telefónica quedaba acaparada, además de que la llamada representaba un costo. Uno se conectaba para acciones concretas: investigar algo para la tarea, mandar un correo, buscar una imagen, etc. Tan pronto como los 25 kb por segundo permitÃan realizar la empresa, se acababa la visita al ciberespacio.
Tercero de secundaria fue el año en el que conocà el Internet de banda ancha. Usar Internet sin ocupar la lÃnea telefónica sonaba tan absurdo como pensar en tener la tele prendida sin estar enchufada a la corriente, o respirar debajo del agua. Además, ver una página cargada justo al hacer click era lo más parecido a cuando el Halcón milenario viajaba a la velocidad de la luz. Esta exótica tecnologÃa todavÃa estaba lejana a los hogares promedio, por un buen tiempo sólo tuve acceso a ella a través de cinco modestas computadoras del Piaget.
Al llegar primero de prepa fue el momento de la revelación. Cada recibo de Telmex llegaba con mÃnimo 200 llamadas al número del Internet. Definitivamente resultaba más económico contratar uno de los novedosos paquetes con banda ancha. He de confesarlo, instalar el kit fue realmente emocionante. Todo cambió a partir de ese momento. Ahora cuando querÃamos bajar una canción, bastaba con escribir el nombre en limewire, y en máximo dos minutos la canción ya estaba ahÃ, no en veinte o cuarenta minutos como antes, lo mismo con los videos en lÃnea. Pero sin duda lo más revolucionario era saber que la computadora estaba siempre conectada las 24 horas, la sensación se compara a tener pizzas calientitas todo el dÃa, o algo por el estilo.
Y asà comenzó la ciber vagancia, empezaron a proliferar las visitas a las páginas de chistes y de series de televisión, asà como las incipientes redes sociales como Livejournal o un YouTube que no era propiedad de Google. Y zaz, que llega 2007 con todo y Facebook. En aquellas épocas el citado término de “red social” era tan familiar para la gente promedio como lo es hoy en dÃa “xix de sebo”. Sin embargo, ya estaban entre nosotros, o debo decir, ya estábamos en ellas. Ya tenÃan su buen público plataformas como Blogger, MySpace, Hi5, Fotolog, e incluso –aunque en menor medida- el propio Twitter.
Asà pues, el Facebook que conocà ese año sólo se parecÃa al de hoy en la paleta de colores. No habÃa chat, sólo estaba disponible en inglés, el hit eran las third party applications, el status debÃa empezar forzosamente con “is”, sólo existÃa la versión de PC (o sea nada de versiones para dispositivos móviles) y el 90% de los usuarios tenÃan entre 17 y 25 años (nada de papás ni hermanitos). Y aún asÃ, ya desde 2007 aquellos sin Facebook “no existÃan”.
Y sin afán de entrar a un análisis serio de cómo el Internet ha reconfigurado nuestra realidad, me despediré compartiendo una breve reflexión. Ayer me di cuenta que antes cuando hacÃamos el ridÃculo en público, el peor enemigo era la memoria colectiva. Hoy ya no sólo estamos expuestos a que un amigo comparta nuestras vergüenzas a través de fotos o videos en lÃnea, sino que con tantos dispositivos y aparatitos cualquier desconocido en cualquier momento y lugar puede captarnos y propagarnos en Internet, con la posibilidad de convertirnos en un meme jajajajajaja
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