domingo, 29 de mayo de 2011

Dege vs los anuncios

¿Qué pedo con la mercadotecnia contemporánea? Esta perversa vertiente de la sociología al servicio del consumismo desenfrenado debe tener muy intranquilos a Weber y a Durkheim, donde quiera que estén. Admito que nunca he analizado o leído los apuntes de alguien que haya estudiado los fenómenos de la mercadotecnia, pero sí puedo sacar un par de conclusiones a partir de observaciones empíricas que he realizado con el rigor metodológico de una entrada de blog.

No sé, como que me da la impresión de que la publicidad en sus inicios era discreta y directa, como en “COMPRE COCA COLA”. Pero poco a poco las compañías arreciaron su competencia con “originalidad” al grado en el que para que compres coca cola te tienen que pasar un anuncio de minuto y medio en el que te estimulan todas las fibras sensibles del burgués que quiere cambiar al mundo que eres pero que sólo puede ser hipster o ponerle un color atrevido a la fundita del blackberry. Así, no sólo te dicen “compra coca cola” te dicen, si compras coca cola serás una mejor persona, aunque la coca cola genere adicción y engorde, no importa porque hacemos publicidad preciosa con mensajes de cambiar al mundo en lugar de utilizar el dinero de la producción del anuncio en de hecho cambiar el mundo.

Pero bueno, esos ya son pedos de cada quién. La idea que quería rescatar es que los comerciales en lugar de ser sencillos y directos, tratan puras pendejadas y de paso le genera a uno la necesidad de consumir el producto. Pero el de las óreos… ese es otro nivel de irritabilidad.

Está Benny Ibarra con su vástago en un piano de cola tan lustrado que seguro en su superficie se puede ver el futuro. No sé qué tienen los pianos de cola, creo que es de esas cosas que evocan a la añorada época en la que las coronas europeas controlaban (de iure no sólo de facto) el planeta Tierra, haciendo que los elementos del estilo de vida de los monarcas generan sensaciones de poder, seguridad o algo así. Y bueno el niño, tan torpe y tan inocente, ¿quién no quiere a una criatura así para forjarla a su imagen y semejanza? Pero este chilpayate no será educado como cualquier hijo de vecino, será instruido por Benny Ibarra, promotor y amante de la música, el arte de las musas y deleite de los dioses.

Así surge el escenario perfecto en el comercial: un instrumento elegante, un arte sublime y una promesa de un mañana mejor (encarnada en el niño). Obviamente si queremos aspirar a algo así, debemos consumir galletas óreo. Pero, “separas saboreas y sumerges” ¡¡¡¡¡no tiene sentido en absoluto!!!!! O sea, ¿cómo? Las vas separando de una en una, las babeas, las sumerges en la leche para que se enchumben y luego ¿las tiras? ¿En qué momento las comes? ¿O sea que si quiero aspirar a ser alguien en la vida no sólo debo comer galletas óreo sino que además tengo que hacer lo que me dicen Benny Ibarra y su hijo en un mensaje que legitima su incuestionabilidad a través de la música?

No puedo con tanto, es demasiado contenido en diez segundos de programación, y ¿saben qué es lo más paradójico? Que les hago publicidad a las marcas que mencioné en este post y no recibo nada a cambio jajajajaja




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