sábado, 2 de abril de 2011

Entre animales humanos y animales no humanos

Realmente se necesita ser una clase de amargado existencial para no adorar a los animales, a todos nos gustan. Desde tiempos inmemoriales la humanidad se ha acompañado de los animales para salir adelante, pero el concepto de mascota que tenemos en la ideología burguesa es muy reciente. Incluso en sociedades no occidentales, los animales domésticos siguen cumpliendo funciones utilitaristas, lejos de ser “un miembro más de la familia” como Lassie o Beethoven.

Independientemente del transfondo epistemológico de la relación entre personas y animales, siempre existen una serie de parámetros –algunas veces más arbitrarios- para establecer pautas básicas de cuidado y protección a las mascotas, por ejemplo, desde marcarlas con fierro incandescente hasta implantarles chips GPS.

El punto al que quiero llegar, es que tener animales implica una gran responsabilidad que va más allá de darles alimento en buen estado y recoger sus heces de espacios públicos. Creo que el compromiso debe de empezar en el momento de elegir a la mascota. En este caso hablaré específicamente de los perros, porque ¿quién no quiere un perro de raza? A todos se nos cae la baba cuando vemos al perro del comercial del papel de baño y la reacción inmediata es adquirir uno, pero el asunto no es tan sencillo.


Antes de comprar un perro de raza te has puesto a pensar, ¿dónde nació? ¿cómo nació? ¿cuántas camadas ha tenido la mamá? ¿con quién cruzaron a la mamá? Y no lo digo para ponerse a analizar que tan “fino” es, sino porque muchas veces, a los perros de raza los tienen como pequeñas fábricas de cachorritos, e incluso, para mantener características genéticas deseadas, los cruzan con otros perros emparentados cuando no de la misma camada.

De ese modo, cada vez son más frecuentes los perros de pedigrí con ataques incesantes de epilepsia, con problemas en los huesos, alta predisponibilidad a los tumores, etc. ¿por qué? Porque son resultado de la selección artificial. En cambio, los perros “de la calle” son producto de la selección natural, y por tanto son resistentes, fuertes e infinitamente más sanos. Además, YA EXISTEN, no es necesario que la gente los esté criando en granjas para venderlos y hacer negocio.

Por eso, si vas a tener una mascota canina, ADOPTA a un perro. Así dejas de formar parte de la cadena de corrupción animal, y le estás dando atención, afecto y amor a un ser que lo necesita encarecidamente. Finalmente ese el objetivo de una mascota, ¿no? El de compartir tu vida con la de otro ser vivo. Desgraciadamente, cada vez con mayor incidencia, las mascotas se han convertido en marcadores de estatus social, dejando la relación afectiva en segundo término, si no es que completamente ignorada.

Bueno, y naturalmente si piensas tener, o ya tienes cualquier tipo de mascota (que espero que no sea una especie exótica) CUÍDALA. Los animales necesitan comida fresca, agua limpia, un espacio digno, vacunas, medicinas, ser esterilizados, y lo más importante, tu compromiso y tu dedicación, por las que recibirás a cambio lealtad, amor y compañía. Porque finalmente, ¿quién sigue creyendo a estas alturas que los animales no sienten?

Para adoptar, por ejemplo, véase AFAD

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