sábado, 4 de septiembre de 2010

Sobre los camiones

Pues resulta que desde tiempos inmemoriales los residentes de mi domicilio (incluyéndome) tomamos cierta línea de camiones para ir al centro. Y como resulta que tienen aire acondicionado, no hacen descuentos de ningún tipo a las tarifas. Esto es una de los engaños contemporáneos más cínicos que existen. Lo que pasa en realidad es que los aires no funcionan, y como las unidades están selladas herméticamente, exceptuado al chofer (quien convenientemente tiene una ventana abierta y un ventiladorsín), todos los pasajeros se vienen sancochando.

Hay dos camiones que como que son más nuevos/menos viejos que sí tienen aire acondicionado. El truco es que sólo lo prenden en las mañanas, como para que “se quede frío para todo el día”. Consecuencia: se sube uno a las 6:00 am con el sereno de la mañana a los 16° del camión a terminarse de enfermar de la garganta, y a las 2:00 pm, cuando hay 40° y uno esperaría poder refrescarse, ya está hecho un sauna el camión otra vez. Juro que un día de estos, en ver de llegar a la escuela voy a llegar al siglo XXIII o algo así (cuando me descongelen).

Regresando al tema del sello hermético… estarán de acuerdo que debe de haber alguna comunidad muy próspera de gérmenes viviendo al interior de estos topperwares rodantes… ¿o debería decir ataúdes rodantes? Pues sí, imagínense que choca el camión, si sobreviví al mega trancazo (potenciando por la falta de cinturones y la posibilidad de ser embestido por alguna gorda), estaré en serios problemas porque… ¡las ventanas no se abren! “Ay rómpelas” pensará el lector, pues no creo que tal acción que sea muy fácil, se ven medio macizos esos cristales, además no hay objetos contundentes que pudieran ayudarme. Son pocas las unidades que tienen escotillas en el techo, pero ajá, seguro se abren, cómo no. En fin, espero nunca estar en un choque, pero si llegara a pasar (toc toc, toco madera) ojalá que no haya flamas porque será una muerte poco agradable (¿mencioné ya que no hay extintores?)

Luego, hay otros camiones que no tienen amortiguadores o tienen unos muy chafas, o amortiguadores holográficos, y en consecuencia, cada bache, cada desnivel, cada tope y cada piedrita se sienten directito en las posaderas. También hay otros que tienen descompuesto el timbre, y para cuando el chofer oye el BAAAAJAAAM, ya deja de ser redituable el viaje. Había otro camión que tenía los sensores descompuestos… nohombre, por poco y me sangraron los oídos esa vez… PI PI PI PI PI PI PI PI PI PI PI de mi casa al centro… y con mi paciencia… ay Dios…

Otro tema son los choferes, pobres, digo estar todo el día sentado manejando, con el calor, el hambre, etc., se han de faaaastidiar los pobres. Pero aun así, luego lo hacen a uno ver pasar su vida frente a los ojos. O lo dejan ahí esperando en lo que se bajan a comprar cosas, etc.

Bueno, creo que es todo por ahora. Las debo una conclusión o un análisis profundo. Por cierto, el tema del transporte público en Mérida es otro asunto completamente distinto para el cual tengo una opinión independiente, este texto sólo pretendía ser una recopilación de anécdotas.



1 comentario:

  1. Esto hace ver mis trayectos en el Metrobús como viajes del paraíso. Pero tal vez no le ganen a los paseos en peseros del DF. Ahí sí prefiero caminar.

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