martes, 22 de febrero de 2011

Docentes indecentes

Reflexionando acerca de cierta burla de profesor que anda atormentando últimamente, traté de ubicar cuál ha sido el peor maestro que he tenido. Afortunadamente fue fácil identificarlo porque han sido realmente excepcionales los casos de docentes indecentes presentes a lo largo de mi formación.

Este profesor que describiré a continuación no era de esos pendejines (de los que no me he salvado, aclaro). Era bastante culto, si es que tal cosa existe. Vestía invariablemente traje y corbata, evidentemente diseñados específicamente para su anatomía, mismos en los que no reposaba ni la más microscópica partícula de suciedad. Tenía los suficientes cabellos en su cabeza para no parecer calvo, pero así que dijeras hombre qué bárbara cabellera, tampoco. De hecho sus pelos eran delgados y cobrizos y daban la impresión de estar cortados con regla milimétrica.

En cuanto a la cuestión psíquica, era un consagrado (o sea de esos señores que no se casan) y era profundamente misógino, tan pero tan misógino que hacía enormes esfuerzos por no parecerlo, y naturalmente, se ponía más en evidencia (ya conocen aquel viejo refrán de explicación no pedida, acusación manifiesta). Bueno, hombre maduro, no casado y que odiaba a las mujeres, ¿necesito agregar más?

Sus clases eran ho-rri-bles. Eran en la tarde de cuatro a seis, para empezar. Siempre dejaba una lectura para la clase siguiente, en la cual hacía examen de la lectura en cuestión, y esos exámenes eran de las cosas más random que se le ocurrieran. Los exámenes tenían un cuadrito que decía algo así como “prometo solemnemente por mi reputación y mi honor no copiar…” el cual hacía firmar.

Las lecturas luego eran de pura tarugada. Me acuerdo que en una el autor decía que los ángeles tienen personalidad jurídica. Y pues su clase no se prestaba a nada ni remotamente parecido a un análisis o discusión. Eran dos horas de sentarse inmóvil y en completito silencio a transcribir las palabras del profesor. Ay de aquel que criticara o cuestionara. Era tan cuadrada la mente de este hombre que una vez según él iba a dibujar a España en el pizarrón y literalmente dibujó un cuadrado, ¡un cuadrado!

Después de un semestre de oírlo hablar pestes de toda entidad no configurada a su imagen y semejanza llegó la hora de la verdad: un examen oral. ¿Saben lo antipedagógicas que son esas masacres? Es increíble que sigan existiendo esas “evaluaciones”, así como gente como este hombre “formando” a los futuros profesionistas. Obviamente no he sido capaz de escribir todo por lo que pasé a lo largo de ese curso en mayor medida porque ya lo he olvidado.

El punto no es traumarse, sino aprender de este tipo de experiencias e ir formando el carácter. Y sobre todo, que si uno pretende ser una persona “ejemplar” siempre es didáctico conocer malos ejemplos de personas.


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